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A la ciencia de la literatura se le llama también crítica literaria o teoría literaria.

El estudio científico de la literatura no puede concebirse sino ligado, implícita o explícitamente, a las teorías literarias vigentes. El investigador, de acuerdo con la hipótesis planteada, deberá elegir la teoría más adecuada para analizar el fenómeno literario (Fokkema y Ibsch, 1992, Garrido, 2004). En la investigación literaria “la ‘realidad’ tiene que ser primeramente construida a la luz de la teoría, para poder ser posteriormente investigada o explicada con la ayuda de teorías. Describir y explicar un determinado fenómeno significa, por tanto, insertarlo en una teoría en cuyo marco cobra vida” (Maldonado: 227-228).

Miguel Ángel Garrido (2004, p. 38) clasifica las teorías literarias vigentes en tres grandes grupos con límites borrosos: inmanentes, trascendentes e integradoras.

Las inmanentes son aquellas que analizan únicamente el texto en sí mismo, valiéndose exclusivamente del lenguaje. Aquí se incluyen: Formalismo, Estructuralismo, Estilística.

Las trascendentes analizan la obra a partir de una “clave interpretativa” que está más allá de la lingüística del texto. Entre otros: Estética de la recepción, Hermenéutica, Psicoanálisis, Sociocrítica, Poética de la imaginación.

Las integradoras consideran elementos relevantes de la significación tanto los enunciativos, como los externos. Se incluyen: Semiótica, Pragmática, Retórica.

Formalismo

El formalismo es un movimiento teórico-literario que surgió en Moscú (Círculo Lingüístico de Moscú) y San Petersburgo (OPOIAZ, Sociedad para el estudio del lenguaje poético) en la segunda década del siglo XX. Aunque compuesto de un pluralismo metodológico, el formalismo estableció “un conjunto de principios epistemológicos compartidos que generaron la ciencia literaria” (Steiner, p.21).

De acuerdo con Fernando Gómez Redondo (2008: 33), el formalismo parte de la premisa de que los discursos literarios (poesía o prosa) son fenómenos del lenguaje. Jakobson circunscribió la teoría literaria a la lingüística, al considerar que la poesía es lenguaje en función estética y afirmó el que el objeto de estudio de la ciencia literaria no es la literatura, sino la “literariedad” (Fokkema e Ibsch, 1992: 27).

Aunque es difícil cercar a los formalistas teórica y metodológicamente, pues sus postulados fueron muy diversos, Gómez Redondo los describe de la siguiente manera:

Común a todos fue el enfoque técnico que concedieron a sus estudios, considerando que la literatura era un uso especial del lenguaje, un “desvío” de la norma lingüística común, exigido por unos especiales actos de comunicación, que implicaban esas “distorsiones” de un lenguaje práctico, regido por un automatismo, que la forma literaria pretende quebrar. (2008, p. 38)

Por su parte, al respecto del análisis formalista, Terry Eagleton explica:

El formalismo era esencialmente la aplicación de la lingüística al estudio de la literatura; y como la lingüística en cuestión era de tipo formal, enfocada más bien a las estructuras del lenguaje que a lo que en realidad se dijera, los formalistas hicieron a un lado el análisis del "contenido" literario (donde se puede sucumbir a lo psicológico o a lo sociológico), y se concentraron en el estudio de la forma literaria. […] Los formalistas, por consiguiente, vieron el lenguaje literario como un conjunto de desviaciones de una norma, como una especie de violencia lingüística: la literatura es una clase "especial" de lenguaje que contrasta con el lenguaje “ordinario" que generalmente empleamos. (Eagleton, 1988: 6-7)

De acuerdo con Gómez Redondo, los fundamentos de la investigación poética formalista son (2008: 38-39)

  • Pretensión de descubrir la “literariedad”.
  • Estudio científico de la literatura, que trata de descubrir leyes en el lenguaje literario.
  • Trascendencia de la forma.
  • La prevención de que una obra literaria no es su contenido, sino la materialidad formal con que las ideas han sido expresadas.
  • La explicación del texto siempre debe orientarse a la forma.
  • Valor que se le concede al término “función” como forma de acceso al texto.
  • Noción de lingüística como “construcción lingüística dinámica”.

La Revolución de Octubre combatió las ideas de los formalistas, por lo que en la década de 1930 los grupos desaparecieron, y los teóricos se exiliaron o asimilaron la situación política de la URSS.

Estructuralismo

El estructuralismo tiene origen en el Círculo Lingüístico de Praga, fundado por Roman Jakobson, antes cofundador del Círculo Lingüístico de Moscú. Para Gómez Redondo (2008: 36) y Fokkema e Ibsch (1992: 27), Tinianov y Jakobson sentaron las bases del estructuralismo checo en Problemas del estudio de la literatura y la lengua. Como veíamos antes, Jakobson definió la función “poética” del lenguaje, como aquella en la que lo importante es el cómo se dice, más que el contenido del mensaje en sí o el contexto en el que se produce.

El estructuralismo está basado en la lingüística estructural moderna propuesta por Ferdinand de Saussure, que considera al lenguaje como un sistema de signos dado en un momento del tiempo, en el que un significante está ligado a un significado. Los lingüistas checos criticaron los estudios literarios históricos que se había hecho hasta entonces, arguyendo que los historiadores de la literatura no poseían conocimientos lingüísticos (Gómez, 2008: 53). Así, propusieron una concepción sincrónica, que deja fuera los cambios que sufre el lenguaje a lo largo del tiempo, así como el habla cotidiana de los usuarios de una lengua, y se centra únicamente en la estructura objetiva de signos (Eagleton, 1988: 62).

La consideración funcional del objeto artístico es uno de los legados capitales del estructuralismo checo a las restantes teorías de la literatura, puesto que implica una nueva concepción de la obra como estructura, en la que resultan puestas de manifiesto las relaciones de los componentes con el todo y viceversa. (Gómez, 2008: 55)

A la corriente estructuralista que abordó la narrativa se le dio el nombre de narratología. Entre los principales teóricos de la narratología se encuentran Gérard Genette, Roland Barthes, y Tzvetan Todorov.

Estilística

La estilística se centra en la expresión lingüística que caracteriza la obra de un autor o una época. Cuando el formalismo llevó la literatura a la categoría de ciencia, el movimiento estilítico se consolidó, dando paso a tres vertientes: estilística descriptiva, estilística generativa y estilística funcional.

La estilística descriptiva se desarrolló en Francia, y parte de los planteamientos de Ferdinand de Saussure. Fue desarrollada por Charles Bally y sus discípulos, a los que se les llamó la Escuela Franco-Suiza. Según Bally, el lenguaje conforma un sistema de mecanismos que trasmiten ideas y sentimientos. Su trabajo se centró en el estudio de la expresión de sentimientos en el habla cotidiana. Aunque consideró la lengua literaria, no llegó a profundizar en ella (Gómez, 2008: 83-85).

La estilística generativa o crítica estilística está basada en el pensamiento de Benedetto Croce, quien analizó la capacidad de creación lingüístico-poética del ser humano (Gómez, 2008: 92). Para Croce, “si el lenguaje es un acto individual e irrepetible, estética y lingüística coinciden, ya que las ‘expresiones’ de lenguaje han de ser interpretadas como ‘expresiones’ de poesía” (Gómez, 2008: 93). Esto contraviene los planteamientos de Saussure, pues bajo estas premisas no puede existir una lengua que sea común.

La Escuela Alemana profundizó en la estilística generativa a partir de Croce, trabajando una estilística sincrónica, preocupada por la relación sistema-individuo, que tuvo como principales exponentes a Karl Vossler y Leo Spitzer. La Escuela Española, con el trabajo de Dámaso Alonso y Amado Alonso, hizo aportaciones fundamentales a la estilística. El primero, centró su trabajo en el análisis del significante, como “material físico y acústico del verso, soporte del juego de significaciones que, en el lector, han de reproducirse” (Gómez, 2008: 107). El segundo, sintetizó la estilística de la lengua de Bally, con la estilística del habla de Vossler y Spitzer.

La estilística funcional constituye una vertiente de desarrollo de la estilística a la luz del formalismo ruso y de las funciones del lenguaje plantadas por Jakobson. Sus principales pensadores fueron Michel Riffaterre y Samuel Levin (Gómez, 2008: 114-115).

Psicoanálisis

El libro fundacional de esta metodología es La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, aunque existen una variedad de técnicas y formas de aplicarlo a la crítica literaria. En esencia, el psicoanálisis busca comprender la psicología del autor, y como ésta se proyecta en la obra. Freud vinculó recurrentemente sus planteamientos a la literatura, e incluso analizó cuento y novela a partir de sus propuestas. Entre sus planteamientos, señala algunas actividades donde se relacionan la creación literaria y la psicología del autor (Gómez, 2008, p. 376):

  • Cuando el poeta crea mundos ficcionales, de manera similar a como lo hace un niño durante el juego.
  • La fantasía, que constituye una huida de la realidad más inmediata. En la fantasía se proyectan los deseos que se quieren ver satisfechos.
  • El sueño, que se asemeja a la poesía.

Freud analizó los sueños y obsesiones de los personajes de algunas obras narrativas, así como la estructura argumentativa de la obra y su relación con las imágenes oníricas. En sus últimos trabajos, propuso el análisis de personajes con la intención de identificar su tipología de conducta y los motivos por los que se conduce de determinada manera (Gómez 2008: 375-377).

Karl Jung, aunque discípulo de Freud, tomó distancia de los planteamientos de su maestro y postuló que la única relación entre el creador y su obra se da a nivel del “inconsciente colectivo”, es decir, de la “memoria ancestral, materializada en una compleja red de símbolos o de arquetipos, en los que se encarnan los contenidos de una conciencia cultural” (Gómez, 2008: 378).

A partir de los postulados de Jung han surgido otras teorías de análisis literario, por ejemplo, la mitocrítica.

Estética de la recepción

Surgió en Alemania, en la Universidad de Constanza, entre 1965 y 1980, cuando se buscaba entender cuál es la función que tiene el lector en el proceso de creación literaria. Esta teoría concibe al texto como un producto creado para ser consumido, y por lo tanto, considera factores como la temporalidad, historicidad y la recepción como parte del proceso comunicativo (Gómez, 2008: 297).

La estética de la recepción surgió partir de los planteamientos de Hans Robert Jauss, a la luz del formalismo, el estructuralismo y la semiótica, y fue complementado por pensadores como Wolfgang Iser. Sus teorías ponen como eje de la investigación al receptor o lector, tanto en el primer momento tras la publicación de la obra, como en los momentos históricos sucesivos. Jauss, influenciado también por las ideas de Gadamer, habló de un “horizonte de expectativas” que hace que un escritor pueda ser valorado de diferente manera en distintos momentos históricos (Selden, 2001: 73).

Se debe a los críticos de Constanza una recuperación del factor de historicidad textual, si bien muy alejado de las valoraciones del positivismo decimonónico, contra el que reaccionó precisamente el formalismo ruso o, décadas más tarde, el estructuralismo barthiano. No se trata de un historicismo que quiera descubrir valores universales y eternos, por tanto atemporales en una obra literaria, sino de un relativismo histórico que se despreocupa de la fijación de grandes cuadros diacrónicos para entender, sobre todo, a la dimensión dinámica del texto entendido como proceso histórico. (Gómez, 2008: 394)

Terry Eagleton explica al respecto de este enfoque:

Según la teoría de la recepción, el proceso de lectura es siempre dinámico, es un movimiento complejo que se desarrolla en el tiempo. […] Al proceder la lectura, estas expectativas se ven modificadas por aquello de lo cual nos vamos enterando, de manera que el círculo hermenéutico -el movimiento de la parte al todo y viceversa-comienza a girar. Al esforzarse por extraer del texto un sentido coherente, el lector elige y organiza sus elementos en todos consistentes, para lo cual excluye unos y anticipa otros más, y “concretiza” ciertos elementos en cierta forma. […] La lectura no constituye un movimiento rectilíneo, no es una serie meramente acumulativa, nuestras especulaciones iniciales generan un marco de referencias dentro del cual se interpreta lo que viene a continuación; lo cual, retrospectivamente, puede transformar lo que en un principio entendimos, subrayando ciertos elementos y atenuando otros. Al seguir leyendo abandonamos suposiciones, examinamos lo que habíamos creído, inferimos y suponemos en forma más y más compleja; cada nueva frase u oración abre nuevos horizontes, a los cuales confirma, reta o socava lo que viene después. Simultáneamente leemos hacia atrás y hacia adelante, prediciendo y recordando, quizá conscientes de otras posibilidades del texto que nuestra lectura había invalidado. Más aun, esta complicada actividad se realiza al mismo tiempo en muchos niveles, pues el texto tiene “fondos” y “primeros planos” diversos puntos de vista narrativos, más de un estrato de significado entre los cuales nos movemos sin cesar. (1988: 51)

De acuerdo con Gómez Redondo (2008: 305), la teoría de la recepción se basa en los siguientes fundamentos:

  • Recuperación del concepto de “historia literaria”.
  • La noción de consumo literario como perspectiva para abordar el lenguaje literario.
  • Verificación de los distintos puntos de vista del receptor: lector real, lector ideal, narratario.
  • Determinación de un marco de sentido, donde se analiza el nivel de “literariedad” que se asigna a una obra en cada momento histórico.
  • Utilización del concepto de tradición literaria para entender los géneros como productos de su contexto histórico, y no como taxonomía.

Hermenéutica

La palabra hermenéutica, del griego hermeneutiqué y se define como el "arte de interpretar los textos" (DRAE, 2015). Como disciplina, la hermenéutica existe desde la época helénica. Durante la Edad Media y el Renacimiento se enfocó en la interpretación de textos sagrados. En el siglo XIX, Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher, inició la transición de la hermenéutica de una disciplina auxiliar a una reflexión epistemológica general, al proponer el “círculo hermenéutico” dio paso a la hermenéutica moderna (Ortiz, 2011: 66). Posteriormente, Wilhelm Dilthey propuso a la hermenéutica como la base de las “ciencias del espíritu”, y con ello comenzó su desarrollo en el campo de la filosofía (García, 1999: 102). Dilthey estableció que el intérprete debe reconocer las huellas del pasado en lo interpretado, pero no consideró la historicidad propia del que interpreta (Ferraris, 2004: 16).

Martin Heiddeger, por su parte, destacó que el intérprete es parte de la tradición lingüística e histórica, y con ello, reconoció al círculo hermenéutico como una herramienta que permite al lector analizar su propia condición histórica y existencial. (Ferraris, 2004: 18).

Hans-Georg Gadamer, profundizando en los planteamientos de Heidegger, estableció que la compresión estará subordinada al análisis del texto y del lector, cada uno en su entorno. Bajo esta visión, el intérprete acepta que su conciencia histórica está determinada por sus propias circunstancias, su cultura y su tradición, y por lo tanto lo estará cualquier ejercicio de interpretación que realice. El círculo hermenéutico de Gadamer reconoce que, durante el proceso interpretativo, el lector está en constante transformación. (Correa, 2011: 140)

Semiótica

Fundada por el filósofo Charles Sanders Peirce, la semiótica hace un “estudio sistemático de los signos” o un estudio de los fenómenos culturales como sistemas de signos (Eagleton, 1988: 64). Al igual que el estructuralismo, sus planteamientos parten de la lingüística de Saussure, y también está hermanado con el formalismo. La semiótica estudia los sistemas de signos, entre ellos, los de la literatura.

Uno de los principales exponentes de la semiótica es Yuri Lotman, quien concibe al texto como un “complejo dispositivo que guarda variados códigos, capaz de transformar los mensaje recibidos y de generar nuevos mensajes, un generador informacional que posee rasgos de una persona con un intelecto altamente desarrollado” (Lotman, 2003, p. 5-6). De acuerdo con Fokkema e Ibsch, Lotman argumentó que la estrecha relación de los aspectos formales y semánticos le da el carácter literario un texto. Es decir, ciertos elementos, que en el lenguaje ordinario tendrían un significado, adquieren uno distinto en el lenguaje literario (1992: 60). Para Lotman, el texto literario es producto de, por lo menos, dos subsistemas sobrepuestos, el lingüístico y el literario, por lo que el receptor deberá conocer y decodificar ambos para comprender el significado.

Entre los principales teóricos de la semiótica, además, de Peirce y Lotman, destacan Algirdas Julien Greimas, Julia Kristeva y Umberto Eco.

Las teorías que aquí se enlistan no son las únicas, por supuesto, hay muchas más, aunque estas son algunas de las más representativas. Es tarea del investigador (con la guía de su asesor, cuando se trata de la tesis) hacer una revisión de literatura apropiada, que permita elegir un enfoque y encontrar los planteamientos más adecuados para la investigación que se desea realizar.

Referencias

Correa, M. (2011). Notas sobre la hermenéutica gadameriana. En Hermenéutica literaria. Prolegómenos hacia la propuesta exegética como método de la interpretación de textos literarios. Zacatecas, México: UdeG/UAZ. Pp. 139-146. Recuperado de: https://goo.gl/EooHbk David, S. (2011). La hermenéutica como teoría para la interpretación literaria. En Hermenéutica literaria. Prolegómenos hacia la propuesta exegética como método de la interpretación de textos literarios. Zacatecas, México: UdeG/UAZ. Pp. 51-63. Recuperado de: https://goo.gl/9A9C17 Eagleton, T. (1988). Una introducción a la teoría literaria (José Esteban Calderón, trad.). Argentina: Fondo de Cultura Económica. (Trabajo original publicado en 1983). Recuperado de https://goo.gl/8zFzTr Ferraris, M. (2004). La hermenéutica. Madrid: Ediciones Cristiandad. Recuperado de: https://goo.gl/fvabPy Fokkema, D. y Ibsch, E. (1992). Teorías de la literatura del siglo XX (4ª. edición, Gustavo Domínguez, trad.). Madrid: Editorial Cátedra. García, M. (1999). Hermenéutica: una posibilidad de formación. En Tiempo de educar, vol. 1, no. 2, p. 95-117. Recuperado de https://goo.gl/Db3krq Garrido, M. (2004). ¿Qué es la literatura? En Nueva introducción a la teoría de la literatura. Madrid: Editorial Síntesis. Recuperado de: https://goo.gl/WxWkvP Gómez, F. (2008). Manual de crítica literaria contemporánea. Madrid: Castalia Universidad. Lotman, I. (Noviembre, 2003). La semiótica de la cultura y el concepto de texto (Desiderio Navarro, trad.). En Entretextos. Revista Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura, no. 2. Recuperado de: https://goo.gl/9oPkKx Maldonado, M. (1999). Sobre la fundamentación metateórica de la investigación literaria. En Philologia Hispalensis, 13, p. 227-253. Recuperado de https://goo.gl/bBMv9G Ortiz, A. (2011). Hermenéutica literaria. Prolegómenos hacia la propuesta exegética como método de la interpretación de textos literarios. Zacatecas, México: UdeG/UAZ. Recuperado de: https://goo.gl/Rzu8FL Selden, R., Widdowson, P. y Brooker, P. (2001). La teoría literaria contemporánea (3era. Edición, Blanca Ribera, trad.). Barcelona: Ariel. (Trabajo publicado originalmente en 1997). Steirner, P. (2001). El formalismo ruso: una metapoética (Vicente Carmona, trad.). Madrid: Ediciones Akal. Recuperado de https://goo.gl/jnZ65j

Elaborado por: AEL